miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA PALABRA DEL SEÑOR

 Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
 Bienaventurados los mansos ó humildes, porque ellos poseerán la tierra.
 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia o de ser justos y santos, porque ellos serán saciados.
 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
 Bienaventurados los que tienen puro su corazón, porque ellos verán a Dios.
 Bienaventurados los pacíficos, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
 Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia o por ser justos, porque de ellos es el reino de los cielos.
 Dichosos seréis cuando los hombres por mi causa os maldijeren y os persiguieren y dijeren con mentira toda suerte de mal contra vosotros.
 Alegraos entonces y regocijaos, porque es muy grande la recompensa que os aguarda en los cielos. Del mismo modo persiguieron a los profetas que ha habido antes de vosotros.
 Vosotros sois la sal de la tierra. Y si la sal se hace insípida, ¿con qué se le volverá el sabor? para nada sirve ya, sino para ser arrojada y pisada de las gentes.
 Vosotros sois la luz del mundo. No se puede encubrir una ciudad edificada sobre un monte.
 Ni se enciende la luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero, a fin de que alumbre a todos los de la casa.
 Brille así vuestra luz ante los hombres, de manera que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
                                                                Capitulo 5, 1-16 de S. Mateo